Pupek Editorial

¿Qué significa la lectura en la primera infancia?

Reflexiones y claves para transmitir el amor por los libros a las y los más chiquitos


Por Nathalie Jarast


¿Cuáles es la clave para que un niño o niña lea? Es la pregunta del millón entre los adultos, que ven que las y los chicos cada vez más se interesan por las pantallas y menos por los libros. Sin embargo, hay mucho que los mapadres podemos hacer desde que nacen, e incluso antes, para fomentar el amor por la lectura.

La primera forma de leer, como indica la gran especialista colombiana Yolanda Reyes, es a través de la voz. Las nanas, las canciones, la poesía son las formas privilegiadas de alcanzar a las y los bebés, aún cuando están en la panza. Más tarde llegarán los libros de tela y en cartoné para que toquen, huelan, muerdan y lean entre sus primeros gateos. Ya en su habitación, los cuentos antes de dormir, entre hojas ilustradas o como relato oral, también los acercará a la lectura.
Pero hay dos ingredientes fundamentales que no deben faltar: ver leer a esos mapadres que tanto insisten con los libritos, así como la disponibilidad de acceso para que los manipulen cuando y como quieran, ya sea con un canasto entre sus juguetes, una biblioteca baja o una visita a la librería. ¿Esto quiere decir que si no tienen contacto con los libros luego no podrán ser grandes lectores? Para nada. Muchos adolescentes y jóvenes entran en contacto y se apasionan con los libros muchos años después. Pero el acceso a los libros en los primeros años de vida es una semillita que ayudará a que luego brote el amor por la lectura.

En mis años trabajando en promoción de la lectura, incorporé la teoría, pero recién con mi primer hijo lo pude vivir en carne propia. Madre muy lectora, mientras estaba en la panza leí (releí) Dailan Kifki de María Elena Walsh. En los primeros días, con el bebé en el fulard leía y cantaba nanas latinoamericanas. Y la primera vez que roló fue para alcanzar un librito que tenía en su manta, al lado de un sonajero y una jirafa tejida. Hoy, con casi dos años, es él quien me trae los libros al sillón, la cama, o incluso en el auto para que le lea.